La etapa final de la vida es algo que todos enfrentaremos, aunque desconocemos cuándo llegará. También, podemos experimentarla desde el rol de acompañantes: como familiares, amigos o profesionales. Si bien la muerte puede ser repentina, lo habitual es que haya tiempo para afrontar este proceso, aunque no siempre sepamos cómo hacerlo de manera adecuada.
Acompañar no consiste en alentar a quien padece, sino en escuchar con atención, brindar sostén y permanecer presentes, tanto afectiva como esencialmente. Implica aceptar la vulnerabilidad y la fragilidad con cariño y consideración. Porque, en definitiva, lo más importante y valioso es mantener la dignidad de la persona, respetando sus tiempos.
Transitando el proceso
El proceso de la muerte se caracteriza por un deterioro progresivo. Muchas personas sienten miedo y una cierta imposibilidad de comunicarse, necesitan ser reconocidas, escuchadas y acogidas en sus últimos momentos.
Conducirlas a transitar y/o a sus seres queridos es ofrecerles presencia y claridad en ese momento trascendental, respeto a sus creencias y valores, así como su participación en la toma de decisiones desde el enfoque humanista.
¿Que beneficios tiene?
El acompañamiento al final de la vida, crea un entorno donde cada persona puede vivir su proceso con dignidad, en paz y sin sufrimiento innecesario. Al enfocarnos en el bienestar integral y el respeto absoluto por la persona, ofrecemos una experiencia de transición que va más allá de lo físico, ayudando a las personas a encontrar sentido y consuelo.
Nos vemos en la próxima entrada.
Marianne
